(A los tres mosqueteros, son muy buena gente)
Aparecido en el diario de la Bahia de Cadiz
La roteña de verano, Almudena Grandes, lo describe en su libro ambientado precisamente no lejos de Rota. Vientos difíciles, ponientes y levantes que mezclan pasados que se quieren olvidar y que no ayudan a construir futuros. Amores, traiciones, desamores, historias que el levante remueve, futuros que la arena ensucia, presentes que el calor y el viento ahogan.
Quizás es Lorca el que más y mejor utiliza el calor, la luz, el viento, para enmarcar el sentimiento, el estado de animo. La casa de Bernarda Alba. La oscuridad, las ventanas cerradas. Personas de todas las edades recordando al muerto. Ahogo, luto negro. Castración del deseo.
Se empezó con un viernes negro. Un viernes de frustraciones alegres. Agridulces sabores. Decepciones personales. El sentirse no parte de nada. También de una crónica de muerte anunciada.
Recuerdo cuando el protagonista baja a la calle. Alegre andaba hacia su muerte. Todo el mundo lo sabia. La muerte le esperaba en la plaza. Todo el mundo sentía lastima por el futuro muerto. Todo el mundo menos él, que iba a dejar de ser mundo, justo al llegar a la plaza.
Es el levante. Dos días lleva soplando. Su sonido se mete por los poros. Los poros que abre el calor, esta calor húmeda a pesar del levante seco. Van para tres días ya. El corazón ahora se acelera, ahora se para. Y sigue soplando.
El ruido de las persianas con su clac clac de noche, de día, se entremezcla con el sonido del viento. Marcan latidos, ritmos siniestros de nada. Sólo, sólo oscuridad y viento.
Treinta y cuatros grados en Cadiz, son muchos grados. Mucho calor. Muchos nervios. Porque la calor, como dice Lorca, enciende los nervios. Lo aprovechan, como Bernarda para vestir todo de negro, para castrar a todo el mundo, es una excusa, para enterrarnos estando vivos, como a los muertos.
Carlinhos Brown danza por la Avenida. Saltamos, bailamos y brincamos. Pero es un ritmo de zombis , venimos de las tumbas, las del cementerio viejo.
Ahora salgo a la playa. Los borregos blancos asoman la cabeza por el agua. Ahora me doy cuenta que ando dejando un reguero de sangre. De Santa Maria a Cortadura con las piernas en carne viva. Las heridas son de dardos mentirosos. Son los granos de tierra removida de las dunas por este levante, por este viento.
Cruzo por Cortadura y veo una Bahía que hierve. Una Bahía entre gris y marrón, ¿dónde están los azules?, ¿dónde los verdes?, parece todo cieno. ¿Dónde el blanco de la sal? ¿Dónde los colores del cielo? Todo es gris y negro. Todo paro y corrupción. El telediario lo dice. Y sigue, sigue soplando...
Carnavales de verano, excusas Iberoamericanas, noches de insomnio, borrachos concejales en el chiringuito intentando parecer el cuadro de Velázquez pero sin arte y en la playa Victoria.
Por la luz fluorescente de las pantallas LED, por los anuncios de la Teo y del Corte Inglés, voy avanzando. Ciego, deslumbrado, paso por un San Juan de Dios sin gente, desierto. Saludo a una estatua que no está. ¿Y los bancos?, no los encuentro.
Torontron, torontron, torontronton, To-ron-tron ....
Llegando a casa busco entre los libros y espero. Espero no cantando, no como Miguel Hernández que cantaba esperando la muerte, yo espero en silencio.
500, 519, 540, 570, 590, habla Montoro, 600, habla Soraya 610, y vuelve el GRAPO.
Leo a Manuel Alcántara, y como él no quiero pensar en la muerte, simplemente la espero sin esperanza. Pongo la canción que me dedicó hace algún tiempo Alfonso Baro de Puerto Real.
"a mi buen amigo, provocador de momentos......"
No pensar nunca en la muerte
y dejar irse las tardes
mirando cómo atardece.
Ver toda la mar enfrente
y no estar triste por nada
mientras el sol se arrepiente.
Y morirme de repente
el día menos pensado.
Ése en el que pienso siempre.
(Manuel Alcántara)
Los efectos de la levantera tardan en desaparecer, a veces nunca se pasan, se quedan a formar parte de nos. Mientras tanto, como todas las semanas, por lo menos inténtenlo, ya saben, lo de la felicidad y eso. (DIARIO Bahía de Cádiz Fermín Aparicio)
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