Publicado en Diario Progresista
Treinta y cinco horas es el tiempo de vuelo que tardamos en recorrer los doce mil seiscientos ochenta y seis kilómetros que hay entre Nueva York y Dacca. Ciento dos años separan el 25 de Marzo de 1911 y el 24 de Abril de 2013. Esas son las distancias entre un incendio en un taller y el derrumbe de un edificio.
Lo demás, aparte de las cifras de víctimas, parecido. En Nueva York era un taller de confección de camisas, en Dacca un edificio donde había varios talleres de confección de ropa. En Dacca seiscientas diez personas muertas, en Nueva York 146. En Nueva York todas mujeres, en Dacca, la inmensa mayoría mujeres. En una y en otra parte la codicia de las empresas, ¿la falta de medidas de seguridad?, ni eso, sólo la explotación. La explotación con un factor común en ambos casos, que las personas muertas eran básicamente mujeres.
El primer caso, el de Nueva York, significó un punto de inflexión en la legislación Norteamérica de seguridad y salud laboral. Años más tarde se tomó como referencia el 8 de Marzo en Dia Internacional de la Mujer Trabajadora, convirtiéndose en una referencia en si mismo.
En el segundo, se ha puesto de manifiesto la práctica de las deslocalizaciones de empresas, por cierto alguna española, que no hace mucho en economía sumergida o "legal" significaba trabajo para muchas mujeres en Cataluña, Galicia o Madrid, y se fue a buscar "eficacia" y "productividad" por esos mundos. Hoy sabemos como entienden muchos la "productividad". Seiscientos muertos, la mayoría mujeres, en España miles de personas al paro por las deslocalizaciones textiles, la mayoría mujeres.
En los tres casos, Nueva York, Bangladesh, España las víctimas mujeres. Mujeres que incluso en estas situaciones, siguen sufriendo el peso de la doble explotación, como trabajadoras y como mujeres.
En la sociedad actual hemos avanzado mucho, sin duda alguna. Hoy por ejemplo estamos ante lo que muchos llaman la conciencia del consumidor, porque es el consumidor a quien va dirigida la actividad final de las empresas, y no sólo son tenidas en cuenta sus preferencias de consumo. Las empresas saben que una mala imagen entre los consumidores significa la ruina de la propia empresa.
El 'poder' de los consumidores ha forzado a leyes que protegen el consumo y a los consumidores. Somos capaces de seguir el proceso de fabricación de una hamburguesa y conocer en cuestión de horas donde comió la última hierba el caballo de cual se han encontrado trazas genéticas. Gran avance sin duda.
Pero ¿somos capaces de conocer donde y en que condiciones se ha confeccionado el pantalón que acabamos de comprar en la tienda de moda en la Calle Columela de Cádiz? ¿Y los zapatos que acabamos de adquirir en el Centro Comercial de Jerez? Somos capaces de saber como se debe lavar, de que materiales esta confeccionado. Sabemos por la etiqueta toda la información de esa linda camiseta. Pero, ¿estamos seguros que no está cosida por una cría de 12 años?, si, por ejemplo en un taller de Dacca en Bangladesh, y si, como ese donde se han quedado 600 vidas aplastadas porque no les dejaban salir, había que terminar el pedido.......
No, no lo sabemos, no viene en la etiqueta. No, no quieren proporcionar esa información, ¿o es que quizás no queremos saberla?
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