martes, 21 de enero de 2014

Lamberto

Publicado en el Diario de la Bahía de Cadiz

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A José Antonio Labordeta



No se exactamente la hora ni el día, creo que fue la semana que se fue ayer, pero desde entonces ando por el mundo sin cabeza.

Alguna vez habíamos cruzado nuestros pasos, sin más. Unas cejas perfectamente delimitadas sin necesidad de pinzas enmarcaban una mirada gris-verdosa, como la mar de la Bahía los días tormentosos y revueltos, con una tristeza que acentuaba sus ojeras, no demasiado grandes, es vedad, pero lo suficiente para inducir a la melancolía. Su media melena de pelo negro, rizado, crispado, rebelde, recogido en una coleta, dejaba a la vista el moreno aceituno de su cara, labios finos y pequeña nariz sin pretensiones, completaban esa carita de ángel étnico.

Ese día me desperté más flojo de lo normal en mi, más con desgana de tener ganas de cualquier cosa. Justo en la puerta de la antigua fábrica de tabacos, en la Plaza de Sevilla, nos volvimos a cruzar, y ocurrió lo que estaba escrito que tenía que ocurrir, lo que nadie puede parar, y que tarde o temprano se haría realidad, me devolvió la mirada, sólo eso, nada más ni nada menos que eso. Una mirada y un ligero roce al cruzarnos en el centro del paso de cebra.

Mi cabeza, giró primero ciento ochenta grados para no perder el contacto visual de aquello ojos, luego cayó al suelo y empezó a rodar cuesta arriba dirección a Puerta de Tierra. Al principio un par de botes, para después, como la Snitch Dorada en un partido de Quidditch , desaparecer por la fachada del Columela camino del paseo marítimo.

Como Lamberto quedé después de su encuentro con el centurión romano, sin cabeza, y lo bueno, o lo malo, es que desde entonces sólo me guían los sentimientos, utilizo el corazón para reflexionar, para hablar, para amar... Las ideas que me salen de los adentros, al no pasar por la cabeza, surgen sin ningún control racional, y más de un disgusto me han dado ya.

Sin ir más lejos, esta mañana, me crucé con el vecino del primero en la casapuerta, buenos días me dijo, mascullando las sílabas sin abrir apenas los labios, a lo que respondí sin pensar, buenos días pedazo de sieso, porque es un sieso, ni volvió la cabeza para mirarme.

En cuanto a las palabras, me pasa exactamente lo mismo, no se porqué,- ¿será porque no pienso? - me gustan las esdrújulas, incluso las utilizo en mis reflexiones de corazón, ética, díscolo, último, único, público, ...., incluso repito, sin pensar, del corazón me salen corazonadas como: el ser díscolo, la última y única ética sólida.....

Puse en las redes sociales una nota : "Si alguien paseando por Cortadura o por Santa María, por el Parque Genovés o por San Antonio, ve una cabeza sin cuerpo, que me mande un privado, es la mía.

Nota: Las cabezas de los ilustres de la Alameda no valen, que estoy ya muy mayor para ponerme la cabeza de otro, por muy José Martí que sea. Por cierto, me acabo de dar cuenta no hay ninguna estatua de la cabeza de ninguna mujer ilustre en la Alameda, y mi corazón me dice que mujeres ilustres seguro que las hay.




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