Amante del agua clara,
de tanto pensarte tengo
la sangre de las estatuas.
Manuel Alcántara
Artículo completo en el Diario de la Bahía de Cádiz
Hoy me cuesta especialmente subir las empinadas escaleras que conducen a la puerta de mi casa. No es que el día haya sido enredado, será por la edad, esa que no depende de los años vividos sino de las cosas vividas, y de las cosas que se viven.
Duelen las rodillas, los tobillos, cada paso se convierte en un reto casi insuperable, mientras el corazón aumenta su velocidad al mismo ritmo que el aire debe atravesar la garganta camino a los pulmones. Sin embargo no es lo físico lo que más me agota hoy.
A estas horas, cuando el sol se ha ido, toca "editar las imágenes de la película, poner banda musical y darle un clic a archivar a los recuerdos".
Durante algún tiempo, en esta hora, rebobinaba con el objetivo de aprender de los errores cometidos, para ser consciente de como podía seguir cambiando lo que me rodeaba, entresacar escenas optimistas para, al día siguiente, seguir con esa empresa siempre sin terminar, repintar paredes y paisajes, que estaban en blanco y negro, con colores del optimismo. Lo necesitaba para seguir viviendo, necesitaba cambiar todo...o creerme que cambiaba...
Eso era vivir, porque si no ¿que sentido tenía levantarse cada mañana, salir a la calle, al trabajo cada día, cada semana, cada mañana de cada día de cada semana?
¿Cuantas veces la lluvia, el viento, o simplemente la brisa se lleva el color del recuerdo y se retoman otra vez como son?. Esos recuerdos de lo que me pasó, de lo que viví el día anterior, la hora anterior, que retornan a sus crudas tonalidades reales, hasta que compruebas que era sólo una ilusión óptica, que las cosas, la gente que hace las cosas no cambia, y que en realidad estamos fabricados con nitinol, esa aleación que lleva a los materiales a tener memoria, a recuperar su forma original.
A partir de ese momento, como decía Pepe Pettenghi, sólo queda intentar comprender, ya no cambiar, lo que te rodea.
Pero no, no es en eso en lo que pienso mientras subo estos puñeteros escalones empinados que llevan al antiguo lavadero reconvertido en vivienda del edificio que habito Me doy cuenta de que sólo quiero intentar recuperar los recuerdos, y que no estoy dispuesto a entenderlos, sólo a recordarlos, sin más.
Sentarme en uno de los últimos peldaños, encender un cigarro y después de ordenar los fotógrafas de lo vivido, olvidarlas y pensar en nada, dejar la mente en blanco y mecer la memoria al ritmo de imaginarias olas. Dejarse mecer, dejarse llevar sutil y lentamente, como una fría caricia que te reconforta por todo el esfuerzo de haber vivido, de haberlo intentado.
Esperar sin esperanza, sólo esperar que los minutos pasen, pero sin prisa, sin mirar el reloj, sin intentar pararlo pero sabiendo que cada tic-tac es un segundo,......el tiempo, mi tiempo...
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