Publicado en el Diario de la Bahía de Cádiz
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Trece, catorce, quince, no sé, empiezo a creer que nadie quiere saber, cuerpos sin vida, la perdieron en muy pocos metros, en muy poco tiempo. Después de cientos de kilómetros cruzando "el tercer mundo", allí donde la pobreza es consustancial al ser, donde según nosotros mismos no hay "desarrollo" ni "cultura". Donde la gente va descalza, hay tribus, y sobre todo, hambre, mucho hambre. Pero han sido capaces de recorrer seis mil, diez mil kilómetros, arrastrando su esperanza de llegar a Europa, a España, de donde son los equipos de fútbol de las camisetas que a menudo llevan puestas.
Atravesaron montañas, desiertos y estepas, algunos, muchos, a pie. Dejan atrás su mundo más próximo, padres, hijos, pagando a la mafia todo lo que no tienen, hipotecando hasta su vida.
Ocho personas mal nadan los metros que separan dos mundos, el suyo y el nuestro; detrás, unas lanchas les acosan, se esfuerzan en recorrer estos últimos metros de agua salada, quieren llegar a la otra parte de la misma playa dividida por una valla. Sólo son unos metros, pero lo suficiente peligrosos para dejar la vida.
Y Europa, España les esperamos a pie de playa, sin mojarnos ni los pies, erguidos, armados con material antidisturbios, con balas de fogueo, gases lacrimógenos.....y digo que estábamos porque nosotros pagamos, nosotros no lo evitamos, y en cierta manera los guardias civiles que esperan somos también nosotros.
Desde qué vi estas escenas no hago más que preguntarme, ¿donde fijaban la mirada estos guardias civiles? A las caras, a los ojos de estas ocho personas seguro que no. ¿Donde miramos nosotros? Nosotros estamos allí, nosotros pagamos y consentimos lo que allí ocurría. Y nadie hizo el más mínimo gesto de intentar acortar la agonía de estas ocho personas, nadie nos inclinamos a recoger a los que, en esos momentos, se estaban batiendo con la muerte rodeados de frío y miedo.
Han sido varios los casos parecidos, en los que la Europa, la España civilizada, firmantes de convenios internacionales de derechos humanos, ha dejado a su suerte a barcos a la deriva en el Mediterráneo, esta España, esta Europa que sólo se "mueve" cuando son decenas los muertos, los mismos que mantienen una gran fosa común de anónimos muertos bajo las aguas del estrecho. Pero en este último caso de actuación, porque la falta de actuación se convierte en si en un postura activa, lo hemos visualizado, y esto es un salto cualitativo. Sólo teníamos que agacharnos un poco, de dejar lar armas en la arena y ayudar a ocho personas a salir del agua, sólo eso, cubrir sus cuerpos con una manta térmica, quitarles el frío. Pero no, nos quedamos inmóviles, sin hacer nada.
¿Donde están las voces de los defensores de la vida "non nata"? ¿Dónde los ministros que evocan a vírgenes y santas? Si, poniendo concertinas en lo más alto de la vallas, y estaban también allí, en la playa de Ceuta, de pie, sin alma, armados hasta los dientes de mentiras, preparados para justificar lo injustificable.
Y el resto ¿que hacíamos mientras tanto?, posiblemente viendo una versión casposa de nuestra borbónica Juana la Loca, loca de amor y de cuentas corrientes amasadas de la corrupción real. Viendo como nos sacan de dudas si el paseíllo lo hace en coche, caballo jerezano, o en babuchas y bata. Aunque puestos a la locura de amor, prefiero a Aurora Bautista en plan clásico, o a Pilar Perez de Ayala casi mejor, gritando en un patio bajo la lluvia su locura, mejor actuación que la Borbón, y además por Felipe el hermoso ese (Daniele Liotti), si que más de una y de uno perderían la cabeza, y con razón.
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