martes, 11 de septiembre de 2012

Como tu, como yo

A Silvia Tubio, twentera, periodista
y sultana del Cantón independiente
del Mentidero,Fragela y la Caleta. Me
dio pistas para este articulo


Publicado en el Diario de la Bahia el lunes 10 de Septiembre



Algunas veces vivimos como en una burbuja, creemos que nuestro mundo es EL MUNDO. Hasta que determinadas experiencias nos hacen reencontrarnos con la gente normal, con historias, con situaciones, que eliminan o modifican imágenes preconcebidas y que rompen estereotipos. Al menos a mi me pasó.

Cuando tienes 20 años y buena parte de tu corta vida, la has vivido en claves de militancia política, de aparatos clandestinos, de discusiones interminables sobre el materialismo dialéctico, de huelgas de la construcción, de reconciliaciones nacionales...., te crees en posesión de toda la verdad, y hasta te permites clasificar al mundo en buenos y malos.

En el año 1976, con un dictador enterrado hacia pocos meses, con un Santiago Carrillo que andaba ya por los madriles debajo de una peluca, y con un Fraga ministro del interior que no hacia mas que decir ¨la calle es mía ¨, una detención tonta y triste de la Juventud Comunista me hizo pasar una temporada en la cárcel de Carabanchel. Y como lo de la mayoría de edad a los dieciocho años vino después, lo pasé en la galería de menores, entre gentuza de presos comunes, creía yo, y no en la sexta galería, donde estaban los presos políticos, donde estaban Marcelino, Tamames, Sanchez Montero, Romero Marin..En ese momento, para mi fue un doble palo, los palos físicos de la detención en si, y el verme entre el ¨lumpen¨ del proletariado.

La realidad fue otra. En la galería de menores, todos por debajo de los veintiuno, conocí al Rata, a Joaquin, al Carlitos, entre otros; chavales de Vallecas, de Usera incluso del barrio de Salamanca, crecidos o malcrecidos en medio de la marginación de uno u otro signo, chavales que no tenían demasiadas diferencias entre ellos. Eramos eso, solo chavales.

El Rata, vallecano de Martinez de la Riva, conocido solo por el apodo en la comisaría del barrio, nunca le habían puesto cara al mote. La policía le asignaba el nombre al jefe de una banda de pequeños delincuentes, pequeños en edad y en delitos, que operaba por la zona. Una redada rutinaria le llevo a comisaría. Durante los interrogatorios, la pregunta estrella al Rata era si conocía al Rata, el Rata callado, que no, que el no conocía al Rata. Todo hasta que le metieron en un coche camuflado de la policía, le pasearon por billares y bares para ver si podía identificar a mas peligrosos delincuentes. En el coche camuflado, tres policías de paisano y el Rata, que solo respondía a las pregunta de Conoces a ese, con un no. Todo así, hasta que en un semáforo, un crío, que no pasaba de los catorce, se acerco a la ventanilla del coche y dijo, coño Rata pareces un ministro en este coche, hasta conductor llevas. Los palos que le llovieron no fueron pocos, y el Rata acabó en la galería de menores de Carabanchel.

Joaquin, hijo de militar de la marina, aunque madrileño, había marchado acompañando a su padre a Galicia al nuevo destino. Su debilidad, los mercedes, su sueño volver a Madrid. Un día decidió hacer el viaje; como no tenia dinero, pues lo hizo cogiendo los coches ¨prestados ¨, todos mercedes. Para no dejar rastro, cambiaba de coche en cada ciudad por la que pasaba en el trayecto Coruña Madrid. A veinticinco mercedes había hecho el puente cuando le detuvieron en las Rozas, como no, intentando hacer el puente a un mercedes.

Carlitos era de Usera, no media mas de metro y medio, delgado, muy delgado y con la cara llena de granos hormonales. Un día le convencieron de robar una vespino vieja que estaba atada a una farola. Junto a un colega, de las misma características físicas decidieron ir a dar tirones de bolsos al aeropuerto. La primera víctima una señora alta, muy entrada en carnes, que con un gran bolso se puso a tiro. Carlitos conducía la moto, su colega al pasar al lado de la señora coge el bolso, la señora no suelta el bolso, el colega tampoco, la vespino no tiene fuerza suficiente y las ruedas patinan. al final moto, señora, bolso y colegas en el suelo, y Carlitos a la galería de menores de Carabanchel.

Aparte de aprender a leer la mano, que me enseñó un troskista también preso, de pasar algunos buenos ratos, otros malos también, la experiencia en el reformatorio, que era como se llamaba oficialmente la galería de menores de Carabanchel, me sirvió para conocer a gente, que era muy parecida a mi, y que ni a ellos ni a mi la cárcel reformó, quizás porque las cárceles no están pensadas para eso.

En un momento en el que somos proclives a quemar en la hoguera de nuestros miedos a cualquiera que sea diferente, a cualquiera que se equivoque, incluso a cualquier hijo de puta que haga una barbaridad, me acuerdo del Rata, de Carlitos, de Joaquín, de aquellos chavales a los que nadie intentó ayudar y comprender precisamente porque estaban equivocados. No se que habrá sido de ellos, lo que si sé es que eran como tu, como yo.

Nos aproximamos hacia la mitad del mes de septiembre, el domingo día 15 levantaré una vez mas la verde y blanca, esta vez será en Madrid, sean lo mas positivos que puedan, y sobre todo intenten ser felices.

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