Hace poco, el Consejo de Estado, ante una petición del Ministerio de Igualdad, ha efectuado una serie de recomendaciones sobre la publicidad en los medios, sobretodo la prensa, de anuncios de carácter digamos “de servicios sexuales”.
Como era de esperar, las reacciones han sido inmediatas. Muchas personas han aplaudido, a la vez que instan al gobierno de acelerar las normativas legales que lleven a la prohibición de los mencionados anuncios, creo que, sinceramente, con las mejores de las intenciones.
También de la misma manera, las empresas editoras de periódicos han puesto el grito en el cielo, sin duda más provocado por cuestiones de ingresos por publicidad que por cuestiones éticas. Hasta aquí sin duda un tema polémico, pero que como el lógico cada cual defiende según su posición en el escenario.
Cuestión diferente son los contertulios, pagados como es lógico por las empresas de comunicación, que intentan dar carácter filosófico a los debates, aportando fundamentos, reflexiones, incluso desde la ideología. Estos son los peligrosos porque, que las empresas estén en contra de limitar cierta publicidad en base a criterios económicos, puede ser hasta bueno, el disfrazar con ideología esta posiciones ya me parece manipulación, y es esto es a lo que están jugando.
El tema de la prostitución, y no hablo ni de secuestros de mujeres, ni de explotación, etc. que sin duda hay que perseguir eficazmente, es un tema abierto, sinceramente hay razones para cualquier posición, pero también es verdad que no se puede jugar un papel moralizante solo a base de decretos, es otro el problema.
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