Érase una vez una aldea muy pequeña, era tan pequeña, que si en ese tiempo hubiera existido el google maps, no lo hubiera recogido en sus mapas. Eran los tiempos en que los romanos dominaban toda la península, pero no una mijita, toda toda. Solo allí a lo lejos, al sur del sur, resistía esta aldea los continuos ataques romanos, solo les faltaba esta aldea, bueno esta aldea aquí, porque en la Galia estaba la de Asterix que ya conocen los lectores de cuentos.
La aldea era como una isla, no como, era una isla. Sus habitantes, la verdad, resistían como podían, unas veces disfrazados, otras sacando a sus dioses a las calles, y otras simplemente,resistiendo y sobreviviendo.
Como los galos de Asterix, tenían su organización del pueblo, su jefe, sus druidas, sus poetas. Les diferenciaba de aquellos su adicción a hablar, lo que ahora se conocen como tertulias. Eran tan aficionados a las tertulias, que poco a poco fueron organizandose por tertulias. Estaban las tertulia de los bajitos, la tertulia de los bajitos pero rubios, la tertulia de los afiladores, la tertulia de los afiladores, pero con piedra de mar, así hasta contar casi una tertulia por casapuerta.
Y el tiempo pasaba, y los romanos seguían con sus legiones en las puertas de la aldea, y el tiempo pasaba....
Tal importancia daban los líderes, jefes o druidas, a sus tertulias particulares, tanto el afán de distinguirse unas de otras, que llegaron a establecer hasta sistemas de espionaje Inter-tertulias. Pese que en el fondo, era tan pequeña la aldea, que para estar informados de la tertulia de enfrente no hacia falta, ya que con poner el oído se oían unas a otras.
Y el tiempo pasaba, y los romanos seguían con sus legiones en las puertas de la aldea, y el tiempo pasaba...muchos, muchos años después, un poeta describía la situación con un grito de " ..y el cadáver, ay! seguía muriendo.."
Ya las tertulias se habían apoderado de la aldea, ya sus habitantes no opinaban, no eran consultados sobre como parar al imperio. Poco a poco, uno a uno, los vecinos de la aldea cuestionaban a sus defensores.
Los que en otro tiempo animaban a resistir la presión del imperio romano, pasaban horas y horas buscando la frase perfecta, buscando ese rasgo característico que les hacia genuinos, diferentes.
Y el tiempo pasaba, y los romanos seguían con sus legiones en las puertas de la aldea, y el tiempo pasa...
Un dia, uno de los druidas, de prosa fácil, figura altiva, según volvía a su choza después de una jornada agotadora de debate consigo mismo, se cruzo con un joven aldeano, vestido con ropas del imperio. El druida sin dudarlo le recrimino, "¿pero que hace un joven de esta heroica aldea vestido como el invasor imperialista de nuestra tierra?. El joven se quedo mirando al anciano druida, y con una sonrisa en la boca, le dijo: Pisha, que los romanos hacen muchos años que entraron en la aldea.
Moraleja, si te cruzas por la noche con alguien vestido de romano, no preguntes.
miércoles, 7 de marzo de 2012
Cuento para no aburrirse, de druidas...
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