jueves, 24 de febrero de 2011

De "tontitos", "fascistas" e "hijos de puta"

La Sra. diputada, Celia Villalobos, nos salio estos días atrás con unas de sus frases y dichos, y va, y caldea el ambiente. Empieza por llamar “tontitos” a las personas con capacidades diferentes. Manda cojones, que dice su amigo de la santa mafia. A cabo de unos días lo intenta arreglar y dice que es que en su tierra, se les llama así cariñosamente en familia, el marcador de sandeces se incrementa. No solo, no pide disculpas, sino que llama fascista al  Presidente del Congreso y para quitarle hierro, suelta eso de que se lo llamo en una conversación privada con sus colegas de grupo parlamentario.

Primero que lo de “tontitos”, lo dice en plan familiar, cariñoso y después que lo de “fascista”  son conversaciones privadas. A estas alturas, casi no me sorprende nada, pero si llama mas la atención cuando viene de “la moderna” y hasta “progresista” ex-alcaldesa de Málaga.

Llamar tontitos a las personas con capacidades diferentes, porque ¿en su tierra se les denomina así? merece por lo menos el desprecio. Aquí, el “hijo de puta” puede utilizarse familiarmente y en plan cariñoso podría ser “el hijito de putita”, pero claro a mi no se me ocurre llamar a si a Su Señoría, no me parece correcto.

Lo de las conversaciones privadas, casi casi lo mismo. El tema no es lo que dice cuando habla en público, sino lo que piensa y lo dice en privado.

Así en plan privado, a mi me parece que las monjas seglares son mojas y no tienen porque avergonzarse. A la Sra. Villalobos da la impresión que se avergüenza de su condición de ejercer de pertenecer a un partido de derechas, conviviendo con lo mejor de cada casa. Claro, que como Ministra de Sanidad, ya nos dio lecciones como combatir el mal de las vaca locas, cambiando los ingredientes del puchero.

Ahora me acuerdo de una intervención que tuvo Juan María Bandres en el parlamento a proposito de la tortura con el Ministro de Interior de la época. Decía, que si hubiera una línea imaginaria entre torturadores y torturados, el ministro estaría a un lado de la línea, y el, en el otro. Pues si Doña Cecilia, si en este país hubiera una línea imaginaria, y estuviera la gente decente a un lado y los imbéciles e indecentes en otro, usted y yo estaríamos en lados diferentes de la línea.



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