sábado, 7 de mayo de 2011

DUERMETE MI NIÑO, DUERMETE MI BIEN. NANA PARA UN NIÑO EN BARCA

Duermete mi niño,duermete mi bien,rum-rum plás , susurraba la madre al ritmo de las olas que mecía la embarcación desde dos horas antes, cuando al anochecer salieron desde las costas del norte de Marruecos. Ni una luz, solo la luna que casi se reflejaba en los dos grandes ojos negros que asomaban entre la manta que le servia de abrigo y que envolvía a madre e hijo. El silencio de la noche era roto por el ruido que el agua producía en su contacto brusco con la embarcación, algún suspiro, algún mediollanto de los otros dos niños, pasajeros también en este viaje a la esperanza. Duermete mi niño, duermete mi bien, rum-rum plas, susurraba la madre, mientras miraba esos grandes ojos negros que fijamente observaban la luna.

Cuantas veces, durante el largo viaje, la madre había contado al niño de los ojos grandes, y negros, una canción de cuna, mitad oración, mitad esperanza, que hablaba de paraísos en los que habían negros que jugaban al fútbol y que ganaban tanto dinero que podían volver a su punto de origen en avión, que compraban casas tan grandes que podían vivir toda la familia junta, con habitaciones para todos.


Duermete mi niño, duermete mi bien, rum- rum plas, pero el niño seguía con la mirada fija en la luna mientras poco a poco el silencio se iba imponiendo, y el resto de pasajeros, agotados cerraban los ojos. Solo el ruido del motor se acompasaba con el ruido del agua, rum-rum plás, rum-rum plás.

Hacia ya tiempo que a la madre del niño la venció el sueño, mientras los ojos grandes, y negros, sin siquiera pestañear intentaba encontrar la luna, ahora entre nubes.

Podría ser el frío, podría ser la ausencia del rum-rum del motor o el silencio de las olas golpeando cada vez con mas fuerza la embarcación, lo que empezó a despertar a los viajeros.

Duermete mi niño, duermete mi bien, plás, plás, ahora el susurro se aceleraba al mismo ritmo,cada vez mayor, con el que el agua, ya no mecía, golpeaba la barca. Cada vez mas frío, cada vez mas viento, cada vez el agua iba mojando mas y mas los pies de todos los que emprendieron este viaje desde el otro lado del estrecho. La barca, ahora mas pesada a causa del agua, ahora mas inestable a causa de viento y del nerviosismo de la gente, iba y venia al antojo de las olas. Duermete mi niño, duermete mi bien, ya casi la madre gritaba, imploraba, apretando cada vez mas fuerte al niño de ojos grandes, y negros, contra su pecho. Y el niño intentaba buscar la luna, que ya se escondía totalmente tras las nubes.

La barca no soporta las embestidas del agua, ni el movimiento desesperado de sus viajeros y empieza a hundiese. Duermete mi niño,duermete mi bien fue lo ultimo que dijo la madre antes de caer al agua, con el niño,de ojos grandes, y negros, entre sus brazos. La luna se asoma a despedirse de aquellos ojos que la estuvieron contemplado durante aquella noche, mientras madre e hijo son abrazados por esta frías aguas. Silencio, silencio, duermete mi niño, duermete mi bien, silencio.

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